domingo, 11 de diciembre de 2011

Microrrelatos, Vivencias. 3º Aniversario

Era negra noche. Buscando una luz en el cielo, subió a la colina de al lado sin ver el suelo. Al Oeste un suave resplandor se iba extinguiendo; las estrellas, infinitas luces, parecían tristes....La bajada desnivelada y ruido de bichos, con terror y apuro la dejó en su sitio.
Si con fobia a la oscuridad pudo hacer tal cosa la Naturaleza, tal vez, podría cambiar otra.
Un familiar de peso, buen hermano, se estaba muriendo.


Iba por el camino del silencio, al encuentro de la encina en la roca blanca. Si se puede mantener un espacio como en el principio del tiempo,
-pensaba- la Naturaleza puede dar una nueva oportunidad al que estaba tan grave.
Había un olivo seco delante.
No lo había visto antes.

Siempre la llevaba al autocar de salida. -Son la cuatro de la madrugada, le dijo, no hagas tarde, ésta vez no puedo acompañarte.
-No te rindas, cuando vuelva iremos dos veces hacia el coche de línea, me debes una.
Pidió el desayuno - iba acoger las fuerzas perdidas para engullir. No pudo.
Murió al siguiente día.

De vez en cuando llegaba al lugar con la ilusión de encontrar raíces, el pasado; aunque fuera como el camino que, al mirar atrás, no habría de volver a pisar, lo recorría de nuevo.
Ese día, al llegar a la entrada del pueblo, las campanas tocaban a duelo.
Iba a ese entierro.

De vuelta a su domicilio habitual, abrió el correo. Había un reportaje con mensaje y paisajes. Una música de fondo que atravesaba.
La guarda; cada vez que la escucha se ahoga en sus lágrimas.
Es Edelweiss con violines.
Música a la tristeza, la define.

Después del inevitable desenlace, la encina y el olivo seco son el árbol de la vida y el árbol de la muerte. Cuando tiene ocasión le pone flores. Si por contrariedad o dolencia tarda en desplazarse al lugar, sus primeros pasos son hacia el camino del silencio donde hay piedras de fortaleza y árboles simbólicos.

Soñó una sombra grande blanca con tentáculos y otras manchas pequeñas alrededor. Un tentáculo asía a una, se la quería llevar.
Era el alma que se fue, iba a llevarse a la que siempre había estado muy unido.
Gritando -¡No te la lleves!, piensa en los otros, en nosotros, como quedaríamos-, la dejó libre.

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